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MENOS PBI Y MÁS FELICIDAD. Por Rogelio Oré Aguilar.
 

El bienestar de los habitantes de un país no puede medirse más por su renta per cápita o el PBI; son indicadores desfasados y engañosos. ¿Cómo considerar a la renta per cápita un indicador fiable, si sitúa a Catar por encima de Suiza y Alemania?


¿De qué le sirve a un ciudadano medio de São Paulo que Brasil tenga el PBI más alto de América Latina, si su sueldo mensual no le alcanza para pagar sus facturas? ¿De qué le sirve al ciudadano medio de Lima que crezcan las Reservas Internacionales del Perú -otro dato macro muy usado- si para tener atención médica en un hospital público tiene que esperar meses, y a veces soportar maltratos?


Medir la calidad de vida de los ciudadanos va más allá de lo económico; abarca otros aspectos integrales, de manera que se apunten a objetivos óptimos y no a los mínimos. Una herramienta que se enmarca en ese nuevo enfoque es la Felicidad Nacional Bruta (FNB), que se ha desarrollado en la pequeña nación asiática: Bután. En su sistema sanitario los ciudadanos pueden elegir entre la medicina tradicional y occidental. La educación es totalmente gratuita. El país aspira a convertirse en la primera nación con agricultura orgánica. El artículo 9.2 de su constitución establece: «El Estado se esforzará en promover las condiciones que permitan la consecución de la Felicidad Nacional Bruta».


Bután intercambia experiencias con Ecuador, México y Bolivia. En un encuentro realizado el año 2014 en La Paz, la representante de Bután, Tshoki Zangmo afirmó: «La felicidad de los habitantes es el valor supremo constitucional de Bután [...] El índice de Felicidad Nacional Bruta (FNB) es más importante que el PBI, porque si el Gobierno no puede crear felicidad, no tiene ningún propósito». El representante del Banco Mundial en Bolivia, Faris Hadad-Zervos, que participó en dicho encuentro afirmó: «Experiencias en todo el mundo muestran que el aumento del PBI es necesario para el desarrollo económico pero es insuficiente. Se necesitan otras variables como las culturales, las de auto realización, de equidad y de oportunidad».


Aunque son los estadistas de países del Sur los que están considerando en serio nuevas metodologías de medición del progreso, no son los únicos. Existen políticos europeos que han aportado su punto de vista. David Cameron afirmó: «Ha llegado la hora de que admitamos que hay más cosas en la vida que el dinero y ha llegado la hora de que nos centremos no solo en el PIB, sino en una felicidad general».


También se han sumado al debate premios Nobel como Joseph E. Stiglitz y Amartya Sen, o incluso un economista como Jeffrey Sachs; de enfoques distintos a los dos anteriores. Sach, que en 2011 participó en un encuentro en Bután, afirmó: «Sin duda, deberíamos respaldar el crecimiento económico y el desarrollo, pero solo en un contexto más amplio que promueva la sostenibilidad ambiental y los valores de la compasión y la honestidad que se necesitan para generar confianza social. La búsqueda de la felicidad no debería estar confinada a Bután». (El País, 04.09.2011).


Es tiempo de tomar en serio las nuevas demandas ciudadanas. Ya no sirve la política del “pan y circo”. Es hora de elevar los objetivos sociales centrados en los bienes por otros que promuevan una vida más digna, basada en valores éticos y no monetarios. Gobiernos, empresas y ciudadanos estamos frente a una gran oportunidad para asumir de una buena vez el reto de vivir mejor, sin postergaciones.

Rogelio Oré Aguilar. Perú.

 

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